El versátil Pedro Ispizua parece abandonar momentáneamente
su racionalismo cool y sus elegantes aderezos Art Deco para adentrarse en los
rincones más soñadores de un tardío Art Nouveau.
Un chaflán, un ático o un simple juego de luz pueden suscitar una emoción estética. La suerte de una ciudad es cuando el tiempo y el azar la pueblan de edificios asombrosos capaces de provocar esos sentimientos. Bilbao es una de esas afortunadas.
martes, 24 de julio de 2012
Kiosko del Arenal, Ispizua enamorado
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