Cuando deseamos proteger algo valioso, una alternativa es el
enmascaramiento. La información o el acceso a ella, pueden convertirse en
inaccesibles con el empleo de la criptografía, que convierte la luz en oscuridad
mediante el empleo de algoritmos matemáticos.
El edificio de Carlos Ferrater (2011) en
la Plaza Euskadi insinúa un
proceso de este tipo. La ocultación de las ventanas ofrece un aspecto aleatorio
que lo torna en inescrutable.
Carlos Ferrater parece haber renunciado a una de las
herramientas básicas del arte, la creación de expectativas, tan útil en la
literatura y la música clásica, y donde el autor nos hace preveer siempre el
próximo paso, para luego confirmar lo que prevemos o para jugar con nosotros
tomando un nuevo rumbo sorprendente.
Este turbador edifico rompe las expectativas al no
ofrecernos de inmediato algo tan fundamental como las ventanas. Algún día
daremos con su clave y este se mostrará en todo su esplendor.