Rafael Fontán se emplea a fondo en este sugestivo edificio de
1947 con un racionalismo épico y resuelto. Más allá del los reposados patrones del género de la Bauhaus , opta por una
solución dinámica con las agresivas ventanas en esquina. La relación con la
arquitectura local se establece a través del revestimiento ocre de arenisca, que
tiñe el resultado final de un casticismo inesperado.
Un chaflán, un ático o un simple juego de luz pueden suscitar una emoción estética. La suerte de una ciudad es cuando el tiempo y el azar la pueblan de edificios asombrosos capaces de provocar esos sentimientos. Bilbao es una de esas afortunadas.