Una de las máximas más aprovechables de Aristóteles nos
recuerda que la virtud está en el término medio. Robert Krier, con su edificio
ArtKlass (2011), ha hecho saltar por los aires el consejo del filósofo y ha
emprendido un viaje sin retorno hacia los extremos.
El lenguaje postmoderno es el vehículo elegido por Krier
para explorar las orillas del clasicismo y del buen gusto. La acumulación de
estilos o referencias en sus caleidoscópicas fachazas, así como la paleta de
tonos pastel empleada, nos recuerdan lo
mejor, y tal vez algo de lo peor también, de la arquitectura loca y feliz de
los años ochenta.
La elegancia no siempre es la mejor mano en el juego de la
arquitectura. A veces necesitamos el contrate con lo familiar que nos rodea, o
la desfachatez, o la alegría y el color, o simplemente un toque de mal gusto
para variar. Robert Krier lo combina todo, no olvidando incluso las torres en
esquina tan queridas en esta ciudad. Puede que con la juguetona intención de
quitarnos el muermo a los bilbaínos.
La vibración que produce este edificio petulante y descarado
a la Plaza Euskadi
es indudable. Quizá el paso de tiempo nos devuelva al término medio proporcionando
la necesaria patina de respetabilidad.
Edificio Artklass
Plaza Euskadi
Foto: wikipedia