miércoles, 1 de agosto de 2012

Vidriera de la Estación de Abando, declaración de intenciones


La grandeza intuida nos empuja a plasmar las pautas del futuro o del pasado. Así lo hizo en una humilde cuartilla Ciudadano de Kane, de la mano de Orson Welles, cuando fundó su exitoso periódico. Así lo han hecho también muchos pueblos cuando, seguros de su destino, han declarado aspiraciones, principios o intenciones.

 La enorme vidriera de Jesús Arrecubieta (1948) en la Estación de Abando cumple ese propósito. En ella está todo lo que ha sido Bilbao y lo que puede o tal vez debe ser.

 Como con todas las declaraciones más o menos grandilocuentes, cabe el juego de las correlaciones. Así unas han sido realizadas en materiales inmutables como las atronadoras declamaciones en piedra del Faraón Ramsés y otras en frágil pergamino, como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, cuando eran un pueblo que solo aspiraba a la felicidad.

 Una de las muchas ironías de la historia es que las declaraciones vertidas en  los materiales más delicados parecen haber aportado los cimientos más sólidos a sus patrones. Después de todo, ¿Qué hay más frágil que el cristal?