La grandeza intuida nos empuja a plasmar las pautas del
futuro o del pasado. Así lo hizo en una humilde cuartilla Ciudadano de Kane, de
la mano de Orson Welles, cuando fundó su exitoso periódico. Así lo han hecho
también muchos pueblos cuando, seguros de su destino, han declarado aspiraciones,
principios o intenciones.
Un chaflán, un ático o un simple juego de luz pueden suscitar una emoción estética. La suerte de una ciudad es cuando el tiempo y el azar la pueblan de edificios asombrosos capaces de provocar esos sentimientos. Bilbao es una de esas afortunadas.