Los devaneos artísticos de finales del siglo XIX suelen
buscar sus motivos en el fondo de armario de la historia. A casi todo lo que se
encuentra revolviendo entre los siglos se le presume algún valor, y se confía
que la sola acumulación de referencias historicistas sirva para dar un poco de
garbo al resultado.
Los recuerdos que nos dejaron nuestras bisabuelas comparten
mucho de ese gusto un poco chirriante y cañí. El baúl que nos ha dado en
herencia Joaquín de Rucoba en forma de ayuntamiento (1892), como no podía ser
de otro modo para un hombre de su tiempo,
es una estampa de aquella forma de hacer arquitectura.
El exterior de este gran cofre está profusamente decorado
con ideas antiguas y figuritas de naipe. Tal vez la bisabuela tejió también un
gigantesco tapetito de ganchillo para guardar del polvo a nuestro venerable
ayuntamiento.
Foto: wikipedia