viernes, 31 de agosto de 2012

Hotel Meliá, orden y limpieza


Un poeta confesó, tal vez fue Robert Frost, que cuando se sentaba a jugar con las palabras siempre salía algo. Los arquitectos Legorreta, Aurtenechea e Iriondo han rebuscado también en su vieja caja de figuritas geométricas y colores y se han puesto a trastear con los cuadrados y los ocres. El feliz resultado es un pulcro edificio con algún regusto postmoderno.

 Algunos árboles genealógicos lo emparentan improbablemente con la obra escultural de Eduardo Chillida, más propensa a torcer y horadar la piedra y el metal que a las estrictas formaciones de cuadriláteros que ordenan las fachadas del Meliá.

La disciplinada disposición de las ventanas, como un pequeño ejército napoleónico, es una invitación al orden y la limpieza. Porque, después de todo, ¿Qué más se puede pedir a un hotel?

 

Hotel Meliá (Antiguo Sheraton)
Lehendakari Leizaola 29

Foto: wikipedia

martes, 28 de agosto de 2012

Jardines de Albia, parques para después de una crisis


Algunos, a diario, se pasean por los alrededores de la Gran Vía, indiferentes al encanto de los Jardines de Albia. Hacen mal. Bilbao, esta ciudad donde la arquitectura se escribe con los rigurosos renglones del racionalismo o con la poesía embarullada del eclecticismo, nos sorprende a menudo con unas líneas bucólicas y mansas como las trazadas por Pedro Ispizua (1944) para este recoleto parque urbano.

 Nos adentramos unos metros y nos envuelve un silencio cimbreante de ramas y color. La caligrafía romántica y versátil de Ispizua consigue otra vez jugar con nuestros sentimientos y después de hurgar en la sentina de nuestro ser, extrae al menos un poco de paz.

 Media hora en estos jardines bastan para hacernos pensar que un futuro mejor todavía es posible.
Foto: wikipedia

domingo, 26 de agosto de 2012

Oficinas Sota Aznar, Compañía de las Indias Orientales


En las industriosas calles de Londres abundan edificios de oficinas como este de Frederik Lindus Forge (1916) que comparte con muchos de ellos el conservadurismo del estilo.

 El estancamiento mercantil del último tramo del imperio británico se refleja en oficinas como estas de Sota Aznar. El clasicismo firme y apretado de las fachadas juega a ocultar un posible laberinto interior de largos pasillos e intrincados negociados. A principios del siglo XX solo la gran banca utiliza ya esta estética cuando apuesta, perdón, invierte en una imagen más tradicional que dinámica.

 La ampliación de Manuel María de Smith de 1926 es continuista como no podía ser de otro modo. Así, la complacencia inmovilista de este gran edificio comercial ayuda a fijar el final de una época de esplendor y es una pena porque es un hermoso edificio pero que transmitió un mensaje equivocado para un momento histórico que necesitaba energía y transformación.

 

Oficinas Sota Aznar
Alameda de Mazarredo esq. Ibáñez de Bilbao

 

lunes, 20 de agosto de 2012

Casas de los Americanos, historia de una escalera


El racionalismo tardío y fronterizo que Le Corbusier pontificó en su Unité d'Habitation de Marsella (1952) y que algunos califican como estilo brutalista es la coartada empleada por Basánez, Argárate y Larrea en sus Casas de los Americanos (1964). Este trío, como unos Crosby, Stills and Nash de la arquitectura bilbaína, manejan con soltura la geometría íntima del cemento y el color en este efectivo ejercicio de composición.

 La poderosa escalera exterior termina dando sentido a la fachada y gana su derecho a figurar en la pequeña historia del arte moderno de la ciudad. Su monumentalidad permitiría apartarla del edificio y convertirla en una escultura singular, como un obelisco al final de una gran avenida.

Tal vez algún día podría trasladarse esta escalera al Guggenheim, y de paso, meterle un poco de caña y pimienta al museo.


Casas de los Americanos
Calle Islas Canarias, Sarriko

sábado, 18 de agosto de 2012

Arco de Mallona, Larra, Espronceda, Bécquer


En las entrañas del Casco Viejo, en la acrisolada plaza de Don Miguel de Unamuno, comienza una subida en dos sabores hacia el Parque Etxebarría. Podemos elegir las escaleras de Mallona o una suerte de canal veneciano que corre paralelo, seco y en cuesta.

La ascensión finaliza frente al Arco de Juan Bautista Belaunzarán (1828) y frente al paraje más romántico que hoy nos ofrece la ciudad. El romanticismo de este fragmento de antiguo camposanto no es el de las palabras susurradas entre enamorados sino el del romanticismo dandi, gótico y rebelde de las literaturas de principios del siglo XIX.

 Una noche de luna, unos jirones de niebla o un aullido imaginado pueden convertir a este portalón en el escenario de un duelo, de un suicidio por amor o de un acto desgarrado y simbólico perpetrado por alguno de aquellos caballeros con la mano en el pecho.

martes, 14 de agosto de 2012

Ayuntamiento de Bilbao, el baúl de la bisabuela


Los devaneos artísticos de finales del siglo XIX suelen buscar sus motivos en el fondo de armario de la historia. A casi todo lo que se encuentra revolviendo entre los siglos se le presume algún valor, y se confía que la sola acumulación de referencias historicistas sirva para dar un poco de garbo al resultado.

 Los recuerdos que nos dejaron nuestras bisabuelas comparten mucho de ese gusto un poco chirriante y cañí. El baúl que nos ha dado en herencia Joaquín de Rucoba en forma de ayuntamiento (1892), como no podía ser de otro modo para un hombre de su tiempo,  es una estampa de aquella forma de hacer arquitectura.

 El exterior de este gran cofre está profusamente decorado con ideas antiguas y figuritas de naipe. Tal vez la bisabuela tejió también un gigantesco tapetito de ganchillo para guardar del polvo a nuestro venerable ayuntamiento.


Foto: wikipedia

sábado, 11 de agosto de 2012

Edificio de viviendas en Gran Vía, torres de gimnasio


Al final de la Gran Vía, cuando esta empieza a perder su nombre, se levanta este opulento edificio de Pedro Ispizua (1943). De un clasicismo cimarrón y resabiado, resalta por la magnificencia de sus torres en esquina.

 Ispizua, después de dibujar con trazos rápidos y precisos unas torres elegantes y galanas, como es la norma en tantos edificios del ensanche, debió cambiar de idea y sometió a sus criaturas a un tratamiento intensivo de esteroides. El resultado de los experimentos del doctor Ispizua son unos masivos bastiones en esquina que le dan su personalidad original y encanto a esta obra que adorna la Gran Vía.

 La levadura que ha levantado estas torres era el secreto mejor guardado de nuestro buen doctor.



Edificio de viviendas
Gran Vía 68


jueves, 9 de agosto de 2012

Puente de La Salve, juegos infantiles


La magia de este puente está en que nunca hubiéramos sospechado lo que puede encerrar un bote de pintura y unos cuantos recortes de chapa.

 En 1972, el ingeniero Juan Batanero creó lo que, desafíos de ingeniería aparte, no era más que un pontón para superar un obstáculo natural y una secuela de la desgana y desesperación de una ciudad de los setenta en la etapa final de su gloriosa historia industrial.

 Pasado el tiempo, y a fuerza de enérgicos brochazos, el artista Daniel Buren volvió  a soñar en el 2006 lo que debería ser un gran puente en una ciudad como Bilbao junto a un museo como el Guggenheim. Como todo se estaba inventando de nuevo entonces, imaginó que jugaba como un niño con unas regletas de madera a escala natural. Prismas y cilindros, cubos y sobre todo esos maravillosos arcos de color rojo que hoy dan el carácter lúdico a la zona.

 Por suerte para Bilbao, Daniel Buren eligió las regletas de colores y no una consola.



Foto: wikipedia


martes, 7 de agosto de 2012

Edificio Sota, Casa Usher


En algunas culturas primitivas, ciertos objetos se consideran dotados de alma y son temidos o venerados según la ocasión. Ese animismo antiguo abunda en la literatura de horror anglosajona y los edificios con atmósferas turbadoras o directamente maléficas aparecen desde la época de esplendor del relato gótico.

 Manuel María de Smith nos ha legado una obra monumental de estilos dispares, pero cuando incide en el medievalismo o en el historicismo inglés, el resultado muestra con frecuencia la desazón morbosa y solapada de los cuentos de fantasmas de Henry James.

 El Edificio Sota de Gran Vía (1919) participa de este juego de alusiones preternaturales, más con el talante suave de una narración de Nathaniel Hawthorne que con el sombrío horror de Poe o de Chesterton, que nos habla de una torre cuya sola arquitectura era malvada. Pero, naturalmente, Smith le da su propia vuelta de tuerca al asunto.

 El estilo que emplea para crearnos un estado de desasosiego no es el inglés, ni tampoco el gótico, mucho más perezoso si se cae en el recurso fácil de las gárgolas siniestras. Por el contrario, emplea un regionalismo de apariencia inofensiva, concretamente el montañés, y lo retuerce volviéndolo barroco y combinándolo con la propia presencia masiva y abrumadora del edificio.

 Las torres y los inmensos pináculos sustituyen también con eficacia a otros elementos arquitectónicos más clásicos en este género de arquitectura para no dormir.



Edificio Sota
Gran Vía 45

domingo, 5 de agosto de 2012

Sede del Departamento de Sanidad, diagnóstico incierto


Lo que le pasa a este edificio es que no sabemos lo que le pasa. La fachada atormentada de la nueva sede del Departamento de Sanidad de Juan Coll-Barreu (2008) no ofrece indicios claros del origen de sus males.

 La hinchazón de los paramentos preludia un severo problema de gases aunque los bultos y abscesos de sus superficies acristaladas bien podrían tener otras causas.

 La tensión acumulada en las costuras del edificio es casi dolorosa de contemplar y más de un  paseante compasivo sería partidario de una punción en la piel de cristal para aliviar la presión interna.

 La presencia del Departamento de Salud en su interior contribuirá sin duda a la resolución satisfactoria de este caso singular.



Sede del Departamento de Sanidad
Licenciado Poza esquina Alameda de Rekalde

sábado, 4 de agosto de 2012

Edificio de viviendas en Gran Vía, final de una era


Los magníficos ejemplos de arquitectura alto burguesa de principios de siglo que jalonan la Gran Vía, tienen su epílogo en este edificio en esquina de Angel Líbano. Se termina en 1927, cuando en la gran fiesta de la economía bilbaína empezaban a mermar las reservas de champagne.

 La distorsión de la realidad en este suntuoso ejemplar de viviendas de lujo es notable. La afortunada petulancia de sus clientes, permite a Líbano abandonarse al lirismo y al fetichismo de columnas largas en esta ensoñación de cuento de princesas.

 Las molduras y sobre todo la torre en esquina rematada por un gran chapitel precisan este cuento centroeuropeo, donde solo falta el fru fru de la seda de una cenicienta lista para el baile.

 El tiempo corre y en 1929, tras las campanadas de Wall Street, la carroza volvió a ser otra vez calabaza.


Edificio de viviendas
Gran Vía 42-44


jueves, 2 de agosto de 2012

Puente e Iglesia de San Antón, gracias FQ

 

Érase un puente a una iglesia pegado,
érase una iglesia superlativa,
érase una iglesia gótica y festiva,
érase un lugar de culto muy bragado.
 
Era un recinto bien cuadriculado,
érase una torre pensativa,
érase muy barroca por arriba,
era del Iturburu más adornado.
 
Érase un pórtico y una escalera,
érase de un estilo exquisito, 
la gran maravilla de Bilbao era.
 
Érase un catolicismo infinito,
muchísima iglesia tan altanera
que en la faz de Bilbao fuera delito.
 

miércoles, 1 de agosto de 2012

Vidriera de la Estación de Abando, declaración de intenciones


La grandeza intuida nos empuja a plasmar las pautas del futuro o del pasado. Así lo hizo en una humilde cuartilla Ciudadano de Kane, de la mano de Orson Welles, cuando fundó su exitoso periódico. Así lo han hecho también muchos pueblos cuando, seguros de su destino, han declarado aspiraciones, principios o intenciones.

 La enorme vidriera de Jesús Arrecubieta (1948) en la Estación de Abando cumple ese propósito. En ella está todo lo que ha sido Bilbao y lo que puede o tal vez debe ser.

 Como con todas las declaraciones más o menos grandilocuentes, cabe el juego de las correlaciones. Así unas han sido realizadas en materiales inmutables como las atronadoras declamaciones en piedra del Faraón Ramsés y otras en frágil pergamino, como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, cuando eran un pueblo que solo aspiraba a la felicidad.

 Una de las muchas ironías de la historia es que las declaraciones vertidas en  los materiales más delicados parecen haber aportado los cimientos más sólidos a sus patrones. Después de todo, ¿Qué hay más frágil que el cristal?