Al final de la
Gran Vía, cuando esta empieza a perder su nombre, se levanta
este opulento edificio de Pedro Ispizua (1943). De un clasicismo cimarrón y
resabiado, resalta por la magnificencia de sus torres en esquina.
Ispizua, después de dibujar con trazos rápidos y precisos
unas torres elegantes y galanas, como es la norma en tantos edificios del
ensanche, debió cambiar de idea y sometió a sus criaturas a un tratamiento
intensivo de esteroides. El resultado de los experimentos del doctor Ispizua
son unos masivos bastiones en esquina que le dan su personalidad original y
encanto a esta obra que adorna la Gran Vía.
La levadura que ha levantado estas torres era el secreto
mejor guardado de nuestro buen doctor.
Edificio de viviendas
Gran Vía 68