En las entrañas del Casco Viejo, en la acrisolada plaza de
Don Miguel de Unamuno, comienza una subida en dos sabores hacia el Parque
Etxebarría. Podemos elegir las escaleras de Mallona o una suerte de canal
veneciano que corre paralelo, seco y en cuesta.
La ascensión finaliza frente al Arco de Juan Bautista Belaunzarán (1828) y frente al paraje más romántico que hoy nos ofrece la ciudad. El romanticismo de este fragmento de antiguo camposanto no es el de las palabras susurradas entre enamorados sino el del romanticismo dandi, gótico y rebelde de las literaturas de principios del siglo XIX.