domingo, 2 de octubre de 2011

Chalet de Luis Allende, últimas tardes en La Habana

La desenvoltura de Leonardo Rucabado en la preparación de platos de alta arquitectura montañesa, alcanza la gloria en el barrio de Indautxu. El aderezo principal del Chalet de Luis Allende (1910) es el sabor de las casas de indianos que jalonan Cantabria.

Rucabado replica con gracia todos los elementos de aquellos palacetes que eran el trofeo de emigrantes regresados a sus pueblos de la niñez después de hacer las Américas, y dispuestos a mostrar a sus vecinos, que dentro de los baúles traían algo más que buenos recuerdos.

El juego de la ostentación de aquellas casonas comienza con la entrada a través de grandes portalones y con los escudos de dudosa heráldica. La fanfarria continua con los potentes aleros, entramados de vigas de madera y la culminación con una arrogante torre en esquina que grita “yo lo conseguí”. Los soportales tal vez añaden el recuerdo de suaves atardeceres de habanos y ron en Cuba o Venezuela. Quizá por eso, la palmera no suele faltar en la recreación de aquellos momentos memorables.

Esa idea de la arquitectura, como vehículo de exhibición de riqueza, sigue vigente aunque con otros sabores. Pero el caso concreto de las viviendas de indianos ya es historia. Por eso, los edificios vecinos que asfixian este palacete de Rucabado, nos lo terminan exhibiendo como en la gigantesca hornacina de un museo.

Chalet de Luis Allende
Simón Bolivar 1 - Indautxu